Fuentes, Calles y Monumentos | ||||||
Tomás Mur | ||||||
Revista La Ilustración del Pacífico, Guatemala, 1 de abril de 1898. Año II, Número | ||||||
Segunda Parte | ||||||
El Gobierno de Guatemala del que formaba parte el que esta líneas escribe, había pedido a España y a Italia proyectos de monumentos con tal objeto, que vinieron firmados por maestros muy poco conocidos en el mundo del arte, pero que no satisficieron al Gobierno, pues no salían del molde común de cuyos ejemplares está lleno el Viejo y Nuevo Mundo, cada vez que se ha tratado de reproducir la gran figura del descubridor de América.
El General Reina Barrios, lleno por entonces de los más bellos ideales en pro del engrandecimiento de su país y del embellecimiento de la capital de la República, no se mostró satisfecho de aquellos proyectos. Por entonces llegó a ésta el señor Mur, que ya en otra época había visitado nuestro país, y recibió el encargo de tomar parte en el concurso con el objeto indicado.
Y la obra no se hizo esperar. A los pocos días presentaba el croquis que después realizó con algunas ligeras modificaciones, y que hoy es uno de los más bellos ornamentos de la capital.
Había en ese trabajo concepción genial, evidente originalidad y mucho de audaz como lo requería la figura del grandioso héroe que se trataba de conmemorar por la hazaña portentosa que supo llevar a cabo merced a su genio y a su constancia sin igual.
En efecto, tanto los artistas italianos como españoles fuera de la figura convencional del gran genovés representados con justa razón con el traje de las gentes de ciencia del siglo XVI, llevando en la mano izquierda el estandarte de Castilla, la mirada dirigida al infinito, y la derecha mano señalando lo desconocido de donde debía surgir un mundo adivinado por el genio portentoso del humilde hijo del cardador de lanas, no han podido salvarse de la columna más o menos alta, ornamentada con emblemas y trofeos marítimos, para colocar en su remate la figura heroica del gran Almirante.
Así por lo menos son los monumentos de Génova, Madrid, Barcelona, Nueva York, para no mencionar más que los principales. Mur saliendo de lo que pudiéramos llamar moneda corriente, ideó su obra con una concepción verdaderamente genial. Basta ver el monumento de ello.
Como lo estrecho de estas columnas no nos permite extendernos cuanto desearíamos, nos contentaremos con dar explicación sucinta de la idea que inspiró al artista.
Del mundo antiguo, incompleto, representado por el hemisferio que forma la base del monumento, se desatacan tres figuras colosales, que tienen torsos y músculos cual Miguel Ángel los ideaba para sus figuras, y que representan la Paciencia, la Ciencia y el Valor, las tres grandes fuerzas a que Colón debió su triunfo.
Estos ciclopes con un esfuerzo soberano logran hacer surgir de las tinieblas, luchando contra la tradición y la ignorancia, el Mundo Nuevo; es decir el astro entrevisto en las visiones del genio de Galileo, la tierra redonda suspendida en los cielos, y girando en el éter, en la marcha triunfal de los soles y de los planetas en rededor del Gran Desconocido que rige con leyes potentosas apenas entrevistas en nuestra miopía, el infinito número de los mundos que pueblan el Universo.
Sobre el globo terráqueo que Colón completó, y en el que Elcano marcó la estela de su nave como un zodiáco en el que vivirá eternamente esculpido el nombre español, y que Galileo suspendió en los espacios, se destaca colosal la figura del Descubridor radiante por su triunfo, ancha y redonda la frente, de donde América surgió, como en otro tiempo Venus del Océano, señalando no el mundo soñado, sino el real y positivo por él acabado de descubrir. Sus cabellos antes rojos y escarnecidos por el vulgo, hoy plateados por el calor de la idea, que le sirven de aureola y de corona, tan rica y tan venerable como jamás potentado alguno les ha llevado en la tierra.
Como obra plástica el monumento reúne las condiciones que una obra de tal naturaleza exige; el pensamiento en que está inspirado se halla expreso perfectamente: los contornos de las figuras, su vigor, revelan en el autor estudio concienzudo anatómico y atestiguan su profundo respeto por las leyes eternas del arte inspirado en la realidad. Sin temor de equivocarnos y cuando ya la obra del señor Mur esté juzgada, las calificamos como de maestra, que puede competir con cualquiera de las reputadas como tales en Europa, y en todo el Continente Americano, habiendo tenido la fortuna de haber armonizado la realidad con lo colosal de las proporciones de sus figuras.
Mur ha dedicado estos últimos años compartiendo su tiempo entre la escultura y la arquitectura, dominando en su ánimo, a lo que hemos podido juzgar, esta última, sin que haya olvidado a sus hermanas. En el ejercicio de la gran arquitectura monumental ha comprendido que hay campo extenso para desarrollar grandes concepciones de arte; y a pesar de las exigencias de los tiempos, todo su afán ha sido proyectar en las que probar sus fuerzas artísticas con la mayor amplitud posible, acometiendo obras de verdadera importancia. En la exposición Centroamericana celebrada en el año anterior figuraron dos concepciones grandiosas de Mur, quien por otra parte obtuvo el único gran premio concedido a la escultura, por sus estatuas monumentales, siéndole concebida la primera medalla de oro como arquitecto. | ||||||